lunes, 28 de febrero de 2011

El parque El Peñón







Si Cali es un sueño atravesado por un río, el barrio El Peñón entonces se me antoja a un paraíso atravesado por un parque. Un diminuto y hermoso parque en medio de uno de los bellos barrios tradicionales de Cali, hoy poblado de restaurantes gourmet, tan en boga por estos días. Las veces que había pasado por allí siempre fueron de noche y en carro, y me dejaban la sensación de haber cruzado un lugar de ensueño. Llegué un miércoles a las siete de la noche y lo primero que me sorprendió fue encontrar un remanso de paz a tan poca distancia del caos que, por cuenta de las obras de renovación urbana, vive la ciudad. Por la forma como se saludan, los visitantes  del lugar dan la impresión de conocerse de años. Vi allí parejas maduras descansando cómodas y descomplicadas, muchachos y muchachas charlando animadamente, una que otra chica de cuerpo escultural cruzando el parque rauda en plan de ejercicio nocturno, grupos de amigos disfrutando de la fresca, uno que otro solitario meditabundo, una señora ofreciendo cigarrillos y chicles en su "chaza" colgada al cuello, y perros con sus amos, muchos perros.


En un tiempo, el Parque estuvo adornado por tres ficus inmensos que con sus ramas extendidas abrazaban todo el lugar. Dos de ellos ahora son sólo muñones después de la poda que realizó el Dagma. Sin embargo, no pude encontrar dos versiones coincidentes que me indicaran con claridad por qué habían talado los árboles. Ni siquiera pude saber si el tercero que queda en pie correrá la suerte de los otros dos. En lo que sí están de acuerdo todos es en su dolor por el vacío que dejaron y en echarlos de menos, sobre todo en los días de ardiente sol tan comunes en la ciudad. 


Sentado en una banca, sintiendo el viento fresquito que baja de no sé dónde, tomando apuntes en mi libreta de dibujo y disfrutando el espectáculo cada vez más raro de una comunidad que disfruta y ama el pedacito de ciudad que le correspondió, me parece muy apropiada la leyenda que corona la fachada del colegio que tengo en frente: La Sagrada Familia.



BREVE HISTORIA


Antes de finalizar los años 40 lo que se conoce hoy como el parque el Peñón ya existía, pero eran cuatro triángulos partidos por dos vías. Fue en esa época cuando Hernán Borrero, secretario de obras del municipio, le preguntó a su hermano Harold, en ese entonces estudiante de cuarto semestre de arquitectura de la Universidad Nacional, qué podían hacer por El Peñón, el barrio tradicional de Cali que tomó su nombre de una roca inmensa que había en el lugar. Por iniciativa de Harold tumbaron los "muros feos" que había allí y él mismo diseñó la fuente. ¿Que de qué estilo es la fuente? El hoy arquitecto paisajista Harold Borrero responde: "No, ninguno". Es que alguien me dijo que era Art Decó, le digo. "Ah, entonces digamos que sí, que es Art Decó, porque eso era lo que estaba de moda en la época", responde risueño. Fue así como el parque quedó establecido más o menos como se conoce hoy. En esa época ya existía de hace rato el Colegio La Sagrada Familia del que dicen que algún día será convertido en un gran hotel con parqueaderos subterráneos. En los recuerdos de don Harold está la casa gigante estilo republicano de don Federico Burckhardt que ocupaba casi media manzana y que tenía un seto de coca, cuando el arbusto no era aún "la mata que mata" y se encontraba regado por toda la ciudad. También las casas de bahareque del costado noroccidental están en sus recuerdos porque en una de ellas vivió cuando niño con su familia. Lo que mantiene vivo el parque son los programas que desde hace años se realizan allí, dice, como el ya muy tradicional de artistas que se toma el lugar todos los domingos. Los restaurantes gourmet que se han ido estableciendo, además,  convirtieron al sitio en un referente gastronómico de la ciudad. A parte de esto, don Harold piensa que el parque El Peñón sobrevive tal vez porque conserva una gran virtud que muchos parques y sitios tradicionales de la ciudad han perdido: tiene control social. Es la comunidad la que le da vida visitándolo, cuidándolo y, lo más importante,  disfrutándolo. 

La arquitecta paisajista Silvia Schiess fue la encargada de la última remodelación oficial del parque, ordenada por Planeación Municipal en el año 1995. Remodelación que no estuvo exenta de debates, pues un grupo de vecinos se opusieron argumentando que iban a matar los árboles y a "llenar de cemento el Parque para usufructo de los restaurantes de la zona". Sin embargo, otros dan argumentos técnicos que defienden la intervención: al nivelarse y ampliarse los caminos que cruzan el parque la gente quiere permanecer allí, ya que la pendiente que había era una invitación a seguir de largo. También se amplió el centro del mismo, donde está la fuente, con lo cual se ganó espacios para las tradicionales actividades artísticas y gastronómicas.

Lo que pasó con los ficus que adornaban el parque la arquitecta Schiess lo tiene muy claro: con más de 50 años de haber sido sembrados, estos árboles ya han cumplido su ciclo vital. Ahora, para reemplazarlos, están sembrando samanes, decisión con la cual la arquitecta no está de acuerdo, pues "estos son árboles grandísimos y para nada apropiados para el reducido espacio del parque y su suelo árido". En su concepto vendrían mejor allí algún tipo de acacias, que "son muy aparasoladas y muy amplias, o tal vez unos chiminangos, tan comunes a lo largo del río Cali".



EL ÁNGEL GUARDIÁN


Don Ángel y don Modesto son los dos vigilantes que cuidan el parque. Lo barren todos los días por la mañana y colaboran con su mantenimiento. Dice don Ángel, molesto, que la gran tranquilidad que vive el parque sólo se ve interrumpida algunos viernes y sábados en la noche cuando los amigos de la algarabía visitan el lugar. Pero eso no le indigna tanto como cuando recuerda que en alguna de esas noches vio a una parejita dando rienda suelta a su pasión. "Y eso no se puede, no", dice severo este pastuso, "yo estoy pendiente y llamo a la policía: haga el favor una patrulla, pero rápido, aquí de parte de El Peñón”.